Cuando Michael Jackson nació en Gary, Indiana, hace 50 años ningún periódico se hizo eco de la noticia. Era un día caluroso, quizás poco propicio para una mudanza pero la decisión estaba tomada, el señor Talento y la diosa Genialidad habían decidido formar pareja e irse a vivir al pequeño cuerpecito de Michael, convertido ya por aquel entonces en el llanto más armónico de su maternidad.
Hoy 50 años después, los periódicos y los medios de comunicación en general si se han hecho eco del aniversario, pero la verdad es que una vez visto el contenido, salvo contadas excepciones, no habría pasado nada si se hubiera repetido lo de 1958.
Casi nada continúa ya como en 1958, salvo que Talento y Genialidad aún viven en el todavía pequeño cuerpecito de Jackson, por el que los últimos 50 años han pasado como quince siglos, jalonados de hitos y hazañas, engrandeciendo una leyenda inmensa y un experiencia vital capaz de enriquecer centenares de vidas, pero concentrado todo ello en una sola persona y en tan sólo 50 años.
En un periodo de mediocridad manifiesta, con famosos pasteurizados a los que se les graba la fecha de caducidad en el trasero como a los flanes de huevo, donde la novedad es siempre el remake, el retorno, o la tercera parte de…, se hace más necesario que nunca reivindicar la figura de aquel que cumple hoy 50 años por encima de los rumores y chismorreos, por lo que ha ofrecido al mundo, por lo que representa, por lo que aún puede ofrecer, y porque se lo merece coño.
Felicidades Mike, que grande eres.
Aprovechamos el contexto Jacksoniano para saludar a todos los españoles residentes en Jacksonville, Illinois, y en especial a los castellano manchegos que dejaron atrás las visitas veraniegas a Pozoamargo para conocer en profundidad las pedanías yankees.