Hay decisiones que son difíciles de tomar, y la más difícil quizás para un dictador sea la de abandonar el poder.
Fidel ve próximo el final de su película y posiblemente no le gusta el papel que ocupara en el reparto de la historia de Cuba y del mundo.
Las salidas de un dictador en sus condiciones son pocas, morir en la cama con el bastón de mando ente las manos y abandonando el poder con los pies por delante, como lo hiciera en España el militar regordete de las monedas antiguas; renunciar quizás antes de morir y correr el riesgo de que te intenten juzgar en vida como a Pinochet, o quizás ocupar el papel del iniciador del cambio, del artífice del progreso, del que renuncia por principios y por el bien de los demás.
Lo malo es que esto último no se lo cree ya nadie, Fidel Castro tendrá estos días el cabecero de la cama repleto de aduladores en afán de acaparar las últimas migajas del régimen socialista revolucionario, que comenzó con unos barbudos y terminará con un anciano.
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